
es uno de los tantos cuentos tipicos de japon.
Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar vivía una pareja de ancianos muy pobre. Un día el anciano oyó el grito de una grulla que había caído en una trampa. El anciano se compadeció al verla y decidió soltarla. Esa noche le contó a su mujer sobre lo ocurrido y ella le dijo: "Hiciste bien. Yo también estoy contenta", y los dos se pusieron alegres.


Los ancianos no entendían la razón por la cual la chica les pedía eso pero asintieron con la cabeza. La chica tejía cada noche una pieza de tela que se vendían como "pan caliente", pero cada día se ponía más delgada y no tenía ánimo. El anciano le decía: "¡Tienes que descansar, no trabajes demasiado!", pero la chica respondía: "Voy a seguir trabajando sólo un poco más" y entraba en la habitación. Los ancianos no podían dormir pensando en la salud de la chica.
Una noche, el anciano no pudo contenerse y dijo: "Voy a verla", la anciana replicó: "Tenemos que cumplir con nuestra promesa". El anciano, haciendo caso omiso a su mujer, se dirigió a la habitación en donde se encontraba trabajando la chica. Miró a través de la puerta que estaba entreabierta y para su sorpresa divisó a una grulla trabajando en el lugar. La grulla utilizaba su pico para quitarse plumas, las cuales las utilizaba para decorar las hermosas piezas de tela que hacía.
Esta advirtió que estaba siendo observada y se disfrazó nuevamente de mujer. La chica abrió la puerta y se dirigió al anciano: "Yo soy aquella grulla que salvó de la trampa. Por salvarme la vida quise devolverle el favor y para ello se me dio la oportunidad de convertirme en un ser humano por una sola vez y venir aquí, pero ya no puedo permanecer aquí con ustedes. Deseaba convertirme en su hija para siempre".
La chica volvió a tomar su apariencia original de grulla y levantó vuelo. El anciano al verla volar pensó: "Perdóname. ¡No nos olvides!" y le lanzó el peine que le había regalado a la "chica". La grulla lo cogió y se fue volando.
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